sábado, 15 de agosto de 2009

Vagabundos

(no necesariamente nuevos nómadas)


Y digo 'no necesariamente' porque la mayoría de vagabundos que he tenido el placer de conocer se establecen largos años en una misma ciudad, como es el caso de Lisboa. ¿Tiene que ver lo bohemio con la vida 'vagabunda' -y cuando digo 'vagabunda' no me refiero a no tener un techo, sinó a no seguir ningún camino-?

Este será el embrión de 'Vagabundos', un proyecto-reportaje sobre los sin-techo de Lisboa que nos hemos propuesto llevar a cabo Edu (http://animodecotademalla.blogspot.com/) y una servidora, debido a la masificación de éstos en las calles de la ciudad donde hemos estado haciendo un Erasmus. ¿Alguien más se suma?


Emmanuel Antonio: el lobo estepario

Llaman al mirador de Adamastor el mirador de los perdidos o de los enamorados, según me dijo una amiga mía. Enamorados no sé, pero he podido corroborar que hay montones de perdidos que se acercan a Adamastor cada día para ver caer el sol (o después de haberse caído ellos con él...), o a cualquier hora del día-tarde-noche-

-madrugada. 3:am. Aparece por detrás y por sorpresa Emmanuel Antonio, que según dice que dice su D.N.I., tiene 50 años (aunque la edad, para él, sea relativa). Tras de sí, lucha contra el viento la estatua de Adamastor, una mezcla de Poseidón y Zeus que nunca fue restaurada (no olvidemos que estamos en Lisboa). Emmanuel, que se parece a Poseidón-Zeus en lo de guerrero y en lo de salvaje, se sitúa a nuestro lado, nos pide un cigarrillo de liar que nunca, digo, NUNCA, se llegará a fumar, y empieza a contarnos-balbucearnos su historia, más o menos hilvanada y más o menos coherente. En seguida le diagnosticamos Edu, Nuria y yo una esquizofrenia no tratada, que nos provoca miedo y admiración a la vez, con lo que nos tiene 'secuestrados' hasta casi tres horas después, momento en que no sé cómo lograremos escapar, acompañados por el cantar de las gaviotas que se despertarán sobre el río Tejo, un día más.

Como iba diciendo, el lobo estepario (vamos a llamarle así homenajeando a la novela de Herman Hesse, cuyo personaje principal, identificado con esa seña, me recordaba a él en algunos momentos) tiene 50 años. Lleva tres meses en Lisboa, ciudad que según él es "una mierda", donde la gente se suicida y donde nada se renueva y donde todo es "una mierda". "¿Por qué hay tanta casa abandonada?, a ver, decídmelo. ¿Por qué, eh, por qué? Decídmelo. ¿Por qué? Lisboa es una ciudad de mierda, está vacía".

Cual peregrino, Emmanuel llegó a Lisboa a pie... desde Madrid. Una marcha que hizo sin tregua, aunque en el camino se encontrara algunos naranjos que le ayudaron a sobrevivir. ¿Por qué dejó atrás Madrid? No nos queda muy claro, pero deducimos que lo echaron de algún psiquiátrico, o que le dieron el alta y no pudo-supo rehacer su vida en solitario.

Le gusta el café con leche en el desayuno con un bollo, "cuando se puede" ("cuánto hace que no me bebo un café con leche, madre mía"). Lleva 3 días sin ingerir alimentos lo que me deja impresionada teniendo en cuenta su agilidad al moverse (de hecho, es lo único que hace a parte de hablar y intentar liarse ese cigarro que nunca se fumará). Dicen que las necesidades básicas del ser humano son el agua, el alimento, la ropa y el sexo -no necesariamente en ese orden-, con lo cual él sólo cumple la primera (creo) y la tercera: pantalón, camiseta, calcetines, calzoncillos, chaqueta. Es lo único que lleva encima. En lo que se refiere al sexo, ya no recuerda cómo-cuándo-dónde, etcétera.

Salta de un tema a otro sin venir a cuento, lo que nos hace mantenernos en estado de alerta en todo momento. De repente empieza a hablarnos de ángeles y de hadas que habitan el mundo, y de símbolos que hay por todas partes y códigos y citas de libros o de textos. Véte a saber donde las ha recogido. A lo mejor en las librerías en las que encuentra libros que dicen cosas sobre él, según nos explica, aunque lo más importante para él sea "la comunicación no verbal" porque "al hablar nos comemos las palabras".

Según Emmanuel, al que no le gusta que le llamen de usted porque "el usted distancia a las personas" y separa clases, la vida sedentaria nos mata. "El sedentario es un putrefacto. Un nómada vivirá hasta los 150, como yo. Yo llegaré a los 150 porque estoy ágil, mira que dos piernas, estoy ágil, lígero, voy de aquí para allá, el sedentario está muerto. Se morirá de un infarto de miocardio aunque el órgano principal no es el corazón: son los pies". Esto lo reivindica junto a una gestualización excéntrica y desmesurada, para demostrárnoslo.
Poco después conseguimos irnos. Él se quita la camiseta y continúa hablando mientras nos interpela. Luego nos sigue, como era de esperar. Nosotros andamos deprisa para que no nos alcance pero no demasiado para que no crea que huímos de él.


Los jóvenes tenemos muchos estudios pero no sabemos ir despacio. "Hay que ir despacio, hombre, hay que ir despacio. Si no vas despacio no puedes observar el vuelo de las gaviotas", dice, con los brazos abiertos mientras las mira, moviéndose con ellas. Gaviotas como las que ondeaban por encima del Tejo a las que hemos oído en Adamastor, en las milésimas de segundo en que el lobo estepario hacía pausas para empezar otro monólogo. O como las que ondean el cielo de la plaza Camoes, mientras proclama su filosofía en lo que tardamos en encontrar un taxi.

Se para delante, deteniendo nuestro paso, nos mira y balbucea sonidos y palabras con una expresión burlesca en la boca. En sus mirada se adivina una mezcla de lucidez y locura que no consigo diferenciar, y que me provoca una especie de temor y compasión al mismo tiempo. Le sonrío como a un niño y le pido con cariño que se aparte del coche al recordar que nuestro lobo estepario es un ser humano al que las circunstancias le han hecho ser como es. Un ser humano que ha aprendido a ser feliz a su manera, como intentamos todos. Feliz a costa de todo el mundo, menos de él mismo.

Además. En lo de las gaviotas tanía razón.